martes, 9 de abril de 2013

Las fotos



Lo que nos inspira. Cientos de cosas. Viajes, paisajes, caminos. Un deja-vú. La foto colgada en el panel de mi habitación, esa en la que vos y yo estamos volando boca arriba y boca abajo, impulsados por la sinergia de la hamaca paraguaya en el frente de casa. Hubo muchos días felices en mi infancia, pero ahora recuerdo ese momento en especial.

Nuestros hermanos mayores avocados a lograr una foto espectacular.

Mamá tomó varias imágenes, y eso que era una cámara análoga, de esas que requieren ahorro. Pero debíamos capturar el momento justo: los pies al aire, las caras fruncidas entre la alegría y la lucha con la fuerza de gravedad. Y el esfuerzo de Christian y Julio por mandarnos al hito: el giro de 360 grados. Teníamos miedo, pero había que intentarlo. ¿Resistiría la hamaca? ¿Resistiríamos nosotros?
Cata ladraba impertinente. Mi gata seguro disfrutaba del espectáculo. Se cobraría los desfiles gratuitos, el talco para pies, el perfume impregnado en sus orejas, los cortes estilísticos de sus bigotes, que quizá la desorientaban a la hora del acecho. El impacto feroz era cuestión de segundos. Recuerdo que me transpiraban las manos. Recuerdo los gritos afónicos de él, un corte raro entre hombrecito y niño, acostumbrado a los accidentes y reincidencias desde que tengo memoria. Siempre aventurero, gritaba “Dale! Más alto, más rápido” Y yo apretaba los dientes. Y mamá, al borde del pánico y en la complicidad del momento, disparaba la cámara una y otra vez. Aseguraba que ya estábamos al límite. Pero ese no era el plan de mis hermanos mayores. Ensañados, revoleaban los extremos con precisión, hasta que la tela se dobló y caímos sobre nuestro peso. Un giro angular, el instinto felino que mi mascota seguro aprobó inconscientemente, y amortiguamos con las manos.

Las caras estaban rojas. Me mordí el labio. Y él estaba pronto para repetir la escena. Mis hermanos, agitados, riendo como locos, cansados del arduo trabajo del día, decidieron que era suficiente diversión por ese día. Rolf insistió. Se montó solo, cual jinete desenfrenado, se envolvió en las telas de la hamaca y ordenó el despegue. Julio y Christian flecharon miradas cómplices y arrebataron los extremos. La hamaca danzaba con facilidad, hacia un lado y hacia otro, cual una pluma en el aire. Apenas podía ver la nariz de mi hermanito asomando en la superficie de un cohete, echado a la suerte, esperando que la sinergia hiciera bien su trabajo. Ya la cámara no estaba para contemplar la hazaña –mamá no lo habría aprobado-. Giró, giró y giró. Dio la vuelta al mundo tres veces. Los gritos de regocijo eran cada vez más agudos. Se bajó de la hamaca para encontrar suelo desesperadamente. Cata se acercó a lamerlo. Sonrió glorioso. "Bien, enano". Sabía que podía lograrlo. ¿Qué no podíamos lograr a esa altura de nuestras vidas? No existían miedos, ni límites. Sólo el momento y la oportunidad y hasta la ingenuidad. Siempre que pienso en la alegría y en la fortaleza, pienso en esos momentos que me abrazan y me inspiran. Siempre que pienso en hoy, pienso en esas fotos. 

Hoy, a seis años de la última vuelta al mundo, te recordamos con cariño querido hermano.

martes, 15 de noviembre de 2011

El Graduado


Modelo de recibimiento
En la foto: Catalina Bertón

El uruguayo tiene miedo de graduarse. No me refiero a los nervios pre-entrega, o al miedo a equivocarse, sino a todo lo que viene después. Si están pensando en las responsabilidades y en la desesperación por encontrar trabajo, pareja y formar una familia, se han adelantado unos cuantos pasos. De hecho, el uruguayo promedio no piensa en esas cosas sino hasta que comienza a perder cabello y no puede ver sus pies dada la creces estomacal. El miedo de un uruguayo se intensifica cuando sus amigos aseguran un festejo emocionante…

Para aquellos que no están familiarizados, la graduación en Uruguay viene acompañada de revancha. Los familiares y amigos hacen una lista de las malas pasadas, bromas absurdas y demás molestias que ha causado el homenajeado durante su existencia, para cobrárselas el día de su graduación. La premisa común de esta gente sin alma incluye una torta gigante hecha de harina, huevos, leche y yerba mate. Sí: como no podía ser de otra manera, ese festejo –o tortura- incluye yerba mate. Se trata de la ronda de mate más zarpada de la vida, porque implica tragarse la yerba seca a través de la boca, ojos y oídos. Es importante incorporar la yerba antes que ningún otro ingrediente, de manera que la ropa tome un pintoresco tinte verde de base. Acto seguido, vienen los huevazos –si explota desde la parte más dura y duele, mejor-, para después agregarle azúcar, harina, sal y, por qué no, cocoa*. No conforme con esto, puede que la mezcla varíe con un toque de polenta o pan rallado para brindar una textura crocante a la víctima.

Finalmente, todas aquellas personas que no pudieron participar del ritual, se acercarán con una tijera para cobrarse un mechón de pelo –si tienen la oportunidad, lo extirparán del cerquillo o el copete-. Reirán maliciosamente felices por tal obra y te obligarán a que pagues por la bebida de tu propia celebración, con la excusa de que le debes un “favor” por haberte “aguantado” todo ese tiempo. Acto seguido, tu mejor amigo publicará las fotos humillantemente “divertidas” en el Facebook, bajo el título Recompensa, o mejor aún, Recibimiento**, haciendo honor a todo lo que uno recibe ese día.
Nota: recuerde cambiarse ropa antes de salir por la puerta de la Universidad.

*Cocoa: Chocolate en polvo
**Recibimiento: graduación.

sábado, 5 de noviembre de 2011

Montevideanos

Ayer me encontré a mí misma rodeada de gente húmeda. Quiero decir, mojada. Hora pico en Avenida Dieciocho de Julio, hora de salida del trabajo. Miré con desconfianza la sonrisa del vendedor de paraguas. Me alejé tan pronto como pude. Me resigné a caminar sin paraguas, esquivando las baldosas flojas y las bocacalles. Creo que me he vuelto experta en esto, no sólo en esquivar zonas de colapso, sino en observar al montevideano. No puedo pensar en un orden concreto para describirlo, pero intentaré disparar un orden lógico.

Cuando llueve, el montevideano se moja porque:

0. Aunque lleve paraguas, las baldosas flojas se encargarán de embarrarle hasta la cintura.
1. Le gusta sentir como la lluvia rueda en su cara -aquí imagino un espíritu salvaje, una cara concentrada en llegar a la esquina de Arenal Grande antes de que el último coche cruce en luz roja-.
2. No estamos en Londres y no llueve todo el tiempo, así que se toma como un fenómeno de divina bendición -conozco gente que se queja del clima, todos ellos uruguayos, no sólo montevideanos.
3. No le gusta llevar paraguas al trabajo -Uno espera que alguien haya olvidado el suyo en la recepción y que podrá tomarlo de comodín.
4. La lluvia resulta ser un producto sustituto de la tina o bañera -ahorrar es inherente a la especie humana.
5. El maldito viento de Montevideo rompió todos sus paraguas -ya no los hacen como antes.
6. Simplemente, uno no cree en el servicio metereológico y, aunque le diga que habrá alerta naranja, roja o violeta, no se aventura a ser precavido.
7. Sufre del síndrome montevideano: aunque el cielo esté gris y se avecine una tormenta, uno no le presta atención.
8. Como el clima en Uruguay es lo suficientemente húmedo, no siente la diferencia.
9. ¿Alguien escuchó ese chiste que tienen todos los extranjeros? Ese que dice "¿Por qué no llueve en Uruguay? Porque está "abajo" de Paraguay..." Tal vez haya ilusos que se lo han creído, no sé, pero es una teoría.

Saquen sus propias conclusiones.

lunes, 27 de diciembre de 2010

La última Navidad

Los 24, en casa, se festeja doble. La madre de mi madre lidia con su karma de nacer un día antes que el niño Jesús y, de paso, anticipamos la Navidad con un festín "corralón de engorde". Mi abuela, con 82 años, sigue reclamando la mala suerte de haber nacido un día de fiesta religiosa que ha nublado su cumpleaños durante toda la vida. Y, lo que es peor, le ha quitado el derecho de recibir dos presentes por año con la vieja excusa del regalo-caro-que-vale-por-dos. Más que mala suerte, yo le llamo oportunismo.

Y, cuando se habla de oportunismo, se habla de sequía en Navidad. En lo que va del 2010 ya ha habido cuatro incendios importantes, dos de ellos a causa de la pirotecnia. Y he ahí el recuerdo de mi última Navidad, la de 2007, también bajo los efectos de la sequía, atestados de: mucha comida, regalos, el cumpleaños de mi abuela, reencuentros inesperados con la loza exclusiva/lujosa de mamá, copas rotas, 30 grados de calor, bichos de verano invadiendo el copetín, Kirch Loraine, dátiles con roquefort, trombósis estomacal y, como no podía ser menos, fuegos artificiales aventurándose sobre campos de trigo seco.

Esa última Navidad fue la Navidad de mi hermano Rolf, aún bajo los efectos del cóctel de medicamentos, se empecinó en prender mecha a todo. Hicimos una fuerte competencia con el hotel estrella de nuestra ciudad, tal vez no en calidad, pero sí en cantidad. Además, contábamos con la presencia de mi primo segundo, o primo tercero, fanático de la pirotecnia, que unió sus fuerzas a la causa. También fue corriendo con baldes de agua cuando un rezago comenzó a arder entre el cazullo de trigo. Christian, mi hermano mayor, terminó por apagar el fuego a zapatazos. No quedó nada, ni del fuego, ni de las sandalias nuevas de mi hermano. Ese último 24 de diciembre Rolf se sentó sobre una silla blanca de plástico, con aire victorioso, y con un suspiro atinó a decir: "así se festeja". Para esos tiempos de sequía fue un comentario inoportuno, pero resultó el mejor recuerdo de Navidad para siempre.

Gracias, enano.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Corazón y láminas


Lleva algo especial en su pecho. Sí, llama la atención porque es muy joven para tenerla, aunque al conocer a Laura en Juniata me di cuenta de que posee muchas otras cosas que son atípicas para su edad.

Laura Nogueras lleva una lámina finísima y brillosa que divide su torso en meridianos. Debajo de esa línea de nacimiento, se resguarda un corazón único en su especie. Un corazón fuerte que late agradecimiento, honestidad, fuerza de voluntad y amor todos los días. Y, por fuera de lo común en una chica de 21 años, Laura tiene sentido de la justicia.

Nadie puede tocar su cabello con tijeras, excepto ella. Tampoco a sus amigos, o su orgullo español, así ella se encuentre lejos de casa. ¡Jooooooooder! Sí que sabe lo que quiere de la vida: poca sal, mucha fiesta, nada de excesos, adecuarse a las responsabilidades y un amor verdadero. Y también sabe fragmentar la corteza de un queso parisino en láminas perfectas -que no es un detalle menor-. Todos recibirán queso en cantidades iguales, algo así como una proclama o una extensión de su sentido de la justicia. Creo que la vida le ha enseñado a guardar algo para los demás, a nunca privarse de nada, y de jamás privarse de ser ella misma. Si fuese posible, creo que también partiría su corazón para cada uno de nosotros.

Sería mucho más difícil tratar de definirla a través de otra cosa que no sea su corazón, porque eso es ella, todo eso: un silencio pensante, un "buuuuueeeeeeeeno" conciliador, un gesto de cariño, un lugar a salvo para guardar secretos y amores, una sonrisa, una carcajada, silencios comprensivos, un abrazo caluroso, un lugar para meditar sobre la vida y entender que nada se le compara. Gracias por abrir esos espacios en nuestras vidas, Laura. Jamás nadie ha sentido una inspiración más grande que tu historia y tus buenas acciones, y tu bondad humilde. Son láminas y láminas de vida que se reparten para hacer de este mundo un lugar mejor.

jueves, 14 de octubre de 2010

Morocco Beach


This is pretty easy to draw: The Morrocan guy gets out of his dorm. There is a lighter in his right hand. The cigarrete is already on fire. He moves his feet with stile, opening his feet in the form of V, walking slowly, just to tell everybody that he is the man. There is even an ideal profile to show in his portraits. "I am La Class, honey". " I am not a fu$%&ing terrorist, I am La class!"

He walks just until Sheetz, perhaps until Standing Stone, but not far away from his dorm -nobody enjoys the perfect combination of Mocca and caramel and vanilla as he does-. There is always a taximen waiting for him to go shopping. His pants are getting smaller, he needs to renew his closet with Armani. His coat and his glasses' frames match perfectly. Without glasses he could be confused with David Beckhamp (read it like that, with french accent). And no matter snow or hot weather, he likes showing his chest. Exercise is his second name, eventhough he breaths Marlboro twice after going classes, and a box of it in a day. Nobody calls him El Gordo anymore at home, but he does MUSCULATION, just in case, for the chicas! Wait for him, chicas, he is very sexy! He knows what good music is, where in the World is Jamaica, and you should see how he moves the hips!!

Oh Abdes! There is a beach here in Uruguay with your name, a chair and a sit in the front of the car (shotgun!) for you, man! La class is waiting for you. Your madrina is fulfilling her fridge with beers. I just have to warn you about your favorite word, fu&%$!, 'cause my mom knows English very well. But it is ok. The only thing you need is to put that gorgeus face in front of mom and dad, and everything that could come from you mouth is gonna be accepted. Miss you honey. You know.

viernes, 27 de agosto de 2010

Las eñes: el regreso


El 17 de mayo de 2010 descendí sobre tierras nuevas. Aeropuerto internacional reubicado con tecnología de punta, Ricardo Fort en la tele, Mujica vestido con blazer sobre la silla presidencial, una inflación del 50%, pero el Ricardito seguía a $12. Algo rascó mi oído: el "sho" del que tanto me hablaban mis amigos extranjeros. Reconozco haber perdido las eses que resuenan contra las haches. Pero aquí las Y griegas siguen siendo ese-hache. Y de pronto, como rebelación divina, las teclas de mi tablero confabularon a favor de mi antiguo dialecto: Shift + Alt, y aparecieron las eñes y los acentos. Creí que iba a morir de la emoción. Era tan sencillo como tomar y tragar, pero un poco más espeso.

Ojalá alguien hubiese dado una pista más clara de lo que se me venía encima al tocar suelo. Nadie jamás dijo que volver a casa podía ser tan raro. Cuando escribo, ignoro las eñes y las tildes (ahora ignoro si es ¨las¨o ¨los¨tildes); peor aún, pienso en otro idioma, y en inglés. Me pregunto si alguien entiende lo que digo. Todos se sonríen. Cuando lo hacen, les miro los dientes frontales. Me molestan si los labios quedan encimados sobre ellos cuando me preguntan cómo me fue.

Pues me fue muy bien. Ha sido la mejor experiencia de mi vida.
¿En serio?
Sí.
Tenés un acento raro.
Y yo bajo la cabeza, no por vergüenza, ni por humildad, si no porque esperaba que los labios se bajaran de sus dientes. El segundo tenés-un-acento-raro-de-verdad me ha parecido menos agobiante.

Ha pasado el tiempo hasta que logré reubicar mis dedos sobre este teclado sin prejucio, sin demora, para escribir lo que me pasa por la cabeza después de JUNIATA. Las eñes siempre estuvieron, fui yo quien cambió, y punto.

PD: el río siempre renueva las aguas. En la foto, panorámica de las Cataratas del NIágara en mi último viaje en USA